Erling Haaland celebra uno de sus goles con su DT, Pep Guardiola (Foto: AP).
Erling Haaland celebra uno de sus goles con su DT, Pep Guardiola (Foto: AP).

La eliminación de la última Champions ante Real Madrid, también en semifinales, fue tan dolorosa para Pep Guardiola que tuvo que morder el polvo y aprender la lección. A los merengues, en un mata-mata, no basta con ponerlo contra las cuerdas si no le vas a dar el golpe de KO. Al City, en aquel entonces, le costó cambiar el chip -luego de haberse sentido en la final hasta los 90′, cuando llegó el doblete de Rodrygo y la eliminación en el alargue- y buscar la ansiada revancha. Pero el destino quiso que, un año después, se vuelvan a ver las caras. Casi los mismos planteles, pero una diferente motivación. Para el Madrid, esta ‘Orejona’ era todo. Era salvar la temporada con un trofeo que tiene su ADN. Mientras que para el City era la confirmación de tantos intentos y al fin una ocasión suprema: quedar a 90 minutos de levantar su primera Champions League.

Pero que no pase a un segundo plano las formas, que tanto pregona Pep. Hay maneras de llegar a la final, y el City eligió el camino más complejo: borrando al más ganador del torneo sin ninguna objeción. El primer tiempo de ayer en el Etihad fue un concierto de pases celestes. Un ataque vs. defensa donde solo Thibaut Courtois pudo evitar un marcador de escándalo antes del descanso. Real Madrid tuvo un arranque furioso en el segundo tiempo, pero el City ya había aprendido la lección. El tercero cerró la llave y el cuarto fue para que no queden dudas. El equipo de Pep jamás puso en duda su clasificación a la final, incluso dejando la serie abierta tras el empate en la ida. Mérito a un entrenador como Guardiola que salió a jugar sin mirar las estrellas en el escudo del rival. Que mantuvo su idea de juego, sin espacio para la especulación, como si se enfrentara al Brentford o al Southampton y no al más ganador de Europa.

De hecho los jugadores juegan un papel importantísimo y son los que deciden en la cancha, pero Pep Guardiola merece un párrafo aparte. Pocos entrenadores como él han podido generar un impacto en el fútbol, y en equipos que entraron en la historia. Entre el mejor Barcelona y el mejor Manchester City la única diferencia son los futbolistas porque termina siendo el mismo funcionamiento. Y con nombres que cambiaron el transcurso de su carrera gracias a Pep. Hoy, en el City, tal vez cuente con un material humano diferente porque el fútbol también evoluciona y no es el mismo de hace 10 o 15 años, pero el español tampoco se queda atrás. Es un entrenador que vive reinventándose y es capaz de sacar la mejor versión de cada uno.

A fin de cuentas, el mundo del fútbol valora a un entrenador por la cantidad de títulos más que por el día a día. Pero sería muy ingrato no reconocer la expresión futbolística de este Manchester City y que no la tiene ningún equipo de Europa (y del mundo) en la actualidad. En frío, los ‘ciudadanos’ están a 90 minutos de la gloria y el reconocimiento general, o pasar por la sombra del ‘casi’ y la etiqueta de campeón moral. Ojalá sea lo primero.

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