En el primer Mundial que Diego mira desde el cielo, Messi maradonea por primera vez en la tierra

Parece surrealista, pero es una realidad. El Messi más Maradona camina entre nosotros y apareció ante Croacia para guiar a los suyos como un profeta en la edad media. Marcó el primero y fue el causante del tercero, una obra de arte con el balón en los pies que quedará en la historia de los mundiales. Fue un 3-0 perfecto de un Messi en estado de gracia, que trajo a este tiempo los recuerdos ochenteros de aquel Maradona campeón del mundo en el 86 y que sirve de motivación para que la ‘Albiceleste’ pueda lograr en Qatar 2022 el tercer mundial de su historia.

El genio que aparece

Argentina se metió a su sexta final de Copa del Mundo doblegando a una Croacia distinguida por su resiliencia y guiada por la sabiduría del veterano Luka Modric. Se impuso al último subcampeón en Rusia 2018, cuyo antecedente más reciente fue el haber eliminado al Brasil de Neymar en cuartos de final. Pero el equipo de Scaloni funcionó mejor en los 90 minutos, con un juego más impetuoso y trepidante, mostrando ese hambre de gloria característico de un grupo joven que quiere comerse al mundo en su primer Mundial, y liderado por un Messi en estado de divinidad.

“¿Dónde está Leo?”, preguntaba el narrador argentino de DirecTV, mientras Enzo Fernández tenía la pelota por izquierda y buscaba a Messi para llevar peligro al arco croata. Esa frase parecía un insulto a la realidad, porque los genios no necesitan estar presentes todo el tiempo. Solo basta un toque de magia para encandilar a los eufóricos argentinos y endulzar la garganta con el grito de gol más efusivo. Así juega el ‘10′ y así lo goza Argentina, porque bastó solo un remate certero y eficaz de penal para que Messi resolviera el lío táctico de Scaloni y llevara al equipo de Dalic a un camino sin retorno.

Corría el minuto 34 cuando Julián Álvarez, aquel delantero con rostro de niño y corazón de veterano, fue derribado en el área por el arquero Dominik Livakovic, el héroe croata en los penales contra Brasil, y el árbitro Daniele Orsato pitó la falta. Messi agarró el balón, miró al frente y sacó un zurdazo bendito que infló la red de su rival. Aquel gol le sirvió para superar a Gabriel Batistuta como el argentino con más tantos en la historia de los mundiales y significó el inicio del fin de Croacia en el partido.

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Desde entonces, Messi ofreció un recital de magia con el balón en los pies que desmoronó la resistencia de su rival e hizo parecer un partido de trámite para Argentina. El capitán tocó la pelota, cambió el ritmo, aceleró, desaceleró, corrió y asistió cuando quiso. Fue el dueño del tiempo y el genio detrás de la obra maestra. El partido se jugó como quiso y al compás de su zurda. Pero el equipo pidió más y golpeó cinco minutos después, cuando apenas Croacia intentaba reaccionar por aquel primer golpe certero. A los 39′, Julián llegó hasta el fondo y estuvo frente a frente con Livakovic. En eso, estira el pie y con el empeine coloca el balón a un lado del arquero. El triunfo ya tomaba forma.

Si hubo algo que faltó para redondear una noche mágica en Lusail fue el trabajo artístico de un Messi acostumbrado a convertir lo extraordinario en rutina. Hasta que el ‘10′ cogió el balón por la banda derecha y le pegó un baile a Josko Gvardiol para amenizar la fiesta. Con 35 años, corrió desde el mediocampo hasta la línea de fondo seguido por aquel defensor de 20 años, cuyo valor de mercado bordea los 100 millones de euros, que intentaba frenarlo como podía. Pero no logró su cometido, ni siquiera estuvo cerca de hacerlo. Messi lo humilló, lo sacó de la cancha y lo retiró para dejar una escena icónica en la historia de los mundiales que Julián pudo maquillar con ese tercer gol.

Esa imagen de Messi corriendo por delante de Gvardiol dio la vuelta al mundo y fue comparada con aquella gesta que Diego inmortalizó en el partido contra Inglaterra, llevándose a casi todos los ingleses que tuvo por delante y anotando el gol más hermoso de los mundiales. La versión del Messi más maradoniano la vimos en vivo y en directo, en el estado más puro y en el mejor momento de su carrera. Sí, ya no es ese veinteañero explosivo del Barcelona que corría y gambeteaba rivales; ahora es el Messi más sabio, más terrenal y con un corazón caliente, ese que siempre tuvo escondido y hoy lo saca a flote para llevar a Argentina hacia su tercer título mundial.

El anuncio del adiós

Ocho años después Argentina volverá a jugar la final de la Copa del Mundo y el único sobreviviente de ese equipo que pisó el Maracaná ante Alemania es Messi. Desde entonces hasta ahora, el ‘10′ pasó un sinfín de altibajos que hasta incluso lo llevaron a renunciar a la ‘Albiceleste’ en 2016, tras perder la Copa América Centenario ante Chile. “Se terminó la selección para mí. Ya lo intenté mucho, me duele más que a ninguno no poder ser campeón”, había dicho Leo para entonces. Y razón tenía, porque era su cuarta final perdida con la camiseta de su país.

Pero el fútbol no le regaló una revancha a Messi, sino que fue él quien le arrancó una revancha al fútbol. Puso las manos sobres el césped, se apoyó con los pies y se levantó como lo hacen los grandes guerreros, aquellos cuya historia la escriben con el balón en los pies. “De eso se trata, de volver a levantarse, de volver a intentar en todos los aspectos de la vida. Todo el mundo recibe un golpe, pero hay que levantarse y luchar por los sueños. En algún momento tuve dudas, pero me di cuenta de que ese no era el camino y seguí intentado. Ahora estoy disfrutando de todo esto”, apuntó Messi luego de clasificar a su segunda final del mundo.

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Y justamente se trata de eso, porque la vida y el fútbol van de la mano como hermanos. Messi lo vivió en carne propia y volvió para hacernos felices. Ganar la Copa América 2021 fue la antesala de algo mejor que hoy por fin llegó. El ‘10′ más grande de este tiempo puede alzar esa copa que no pudo en 2014 y que la gente le pide a gritos llevarla a Buenos Aires para colocarla al lado de la tumba del Diego, el último gran héroe del pueblo argentino.

“Es mi último Mundial. Es impresionante terminar jugando una final. Falta mucho para el siguiente, son muchos años y seguramente por edad no me dé. Es la sexta final que va a jugar Argentina y yo estoy en dos. Ojalá esta vez sea de otra manera”, expresó Messi sobre lo que vivirá el domingo 18 en Lusail. El ‘10′ está cerca de su más grande hazaña, pero no está solo. Detrás de él hay 48 millones de argentinos alentando y otros millones más en el mundo que lo quieren ver con la copa en sus manos. Porque el fútbol, a pesar de ser ingrato, también es agradecido, y como tal nada lo haría más feliz que hacerlo campeón mundial.

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