En 1865, Gregor Mendel, un monje austriaco, publicó un libro sobre los principios fundamentales de lo que hoy se conoce como genética, una parte de la biología que analiza cómo se transmite la herencia de un individuo a otro. En buen cristiano, explica la manera en que los rasgos y diversas cualidades pasan de los padres a sus descendientes. Entonces, ¿qué pasa con la unión de genes de un destacado exfutbolista de la Bundesliga y una medallista olímpica de gimnasia rítmica? Nace un Leroy Sané.
El crack del Manchester City y selección de Alemania, llamado a ser una de las jóvenes figuras en el Mundial Rusia 2018, es de esos pocos zurdos cuya conducción de balón lleva impregnada elegancia, precisión y velocidad. Y ni qué decir de los regates y fintas con los que deja rivales regados en la Premier. Si “los hijos son el reflejo de sus padres”, tal como reza el famoso refrán, las habilidades de Leroy están totalmente justificadas. Y cada una que ha heredado tiene un responsable.
Esa elegante forma de correr, con los tobillos extendidos y movimientos acrobáticos, como si fuese un bailarín de ballet, no puede ser ajena a los desplazamientos de una gimnasta que ganó el bronce en los Juegos Olímpicos de 1984. ¿Su nombre? Regina Weber, madre del jugador alemán y que ha representado en su carrera un pilar fundamental. Y no solo por la transmisión de sus habilidades, también por su incondicional apoyo cuando se mudó a Inglaterra para jugar en el City. “Estoy muy orgulloso de ella”, dijo Leroy en una entrevista con el canal de su club.
En casa empezó todo
No puede existir mejor aliciente para un niño que quiere ser futbolista que tener a uno como padre. Allá por los 90’, la Bundesliga tenía entre sus estrellas a Souleyman Sané, un delantero de origen senegalés que jugaba para el Nuremberg y considerado de los más veloces en Alemania. Sus bondades como jugador fueron transmitidas a Leroy, pero el talento natural no siempre alcanza para lograr el éxito. Hay que trabajar, y fue precisamente de lo que el patriarca de los Sané se encargó de hacer por muchos años.
El papá de Leroy Sané le inculcó desde muy pequeño, a él y su hermano Kim, la importancia de la disciplina. Tras fichar por el Wattenscheid 09 a la edad de cinco años, Souleyman se convirtió en el entrenador personal del hoy crack del City. En esa época, cualquier cosa se le pasaba por la cabeza, menos ser un profesional del balompié. “Nunca quise ser futbolista. Pensé en convertirme en astronauta, pero más tarde me di cuenta de que no era mi vocación. Cuando tenía 16 o 17, solo tenía un hobby: el balón”, cuenta Leroy.
El nacimiento de una estrella
Pasó el tiempo y la carrera de Leroy Sané empezó a tomar forma. En el 2005, dejó el equipo de su localidad para unirse a las filas del Schalke 04, y aunque interrumpió su estancia con los ‘Mineros’ para jugar tres años en el Bayer Leverkusen, fue en el club de Gelsenkirchen donde verdaderamente se formó y consolidó. En el 2014, Leroy hizo su debut oficial contra el VfB Stuttgart al reemplazar a Max Meyer a los 77 minutos en una derrota 3-1.
En su primera vez con el Schalke, Sané ya había dado un gran paso. Sin embargo, tenía la deuda de mostrarse en esa vitrina que llaman Champions League. El alemán recibió minutos de Roberto Di Matteo nada menos que ante el Real Madrid. Y aunque los 'Mineros' fueron eliminados en octavos de final, el crack del City dejó un golazo con el que los mejores clubes del mundo empezaron a observarlo con más atención.
Fue así que en el mercado fichajes de verano de 2016, Sané se convirtió en jugador del Manchester City por 50 millones de euros, una cifra que el Schalke quizá nunca esperó recibir por un fruto de sus canteras. Guardiola lo conocía por las tantas veces que Leroy enfrentó al Bayern Munich y no dudó en apostar por él, lo mismo que están haciendo muchos hinchas del fútbol pues quieren verlo brillar en el Mundial Rusia 2018. ¡Suerte, crack!