Si bien Chile generaba dudas previo a su participación en la Copa América, el equipo de Reinaldo Rueda tuvo oficio y le sacó lustre a su título de último campeón de América. Le ganó de principio a fin a una selección muy joven de Japón, pero veamos más allá del resultado; es decir, valoremos un poco más las virtudes del equipo.
Chile mostró solidez en todas sus líneas, generó muchas ocasiones de gol, tuvo jerarquía y eso marcó una gran diferencia desde los aspectos individuales. Alexis Sánchez y Eduardo Vargas se complementaron bien, tanto que fueron letales en los últimos 20 metros. Ambos además llenaron las expectativas de Rueda y se afianzaron con la idea de juego: buena circulación, generación de sorpresa, solidaridad para ejercer presión alta.
Hay que ser conscientes de que el camino en esta Copa América será muy difícil. Se viene Ecuador, luego Uruguay. De hecho, son rivales más fuertes, nuestras pruebas de fuego, diría. Porque el equipo del profesor Tabárez se conoce de memoria, mientras que la del ‘Bolillo’ Gómez es un león que puede despertar en cualquier momento.
Ojo. Ser el último campeón de América es un arma de doble filo: a) los rivales te respetan más; b) pero también juegas con el peso y la presión de los galardones.
Me explico, ser parte de la Generación Dorada no es sinónimo de soberbia, sino de responsabilidad. Porque las responsabilidades son más grandes. Chile está obligado a ser protagonista por tercera vez consecutiva, por el peso de su plantilla: tiene cracks y un técnico top.
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