Todos se acuerdan de las medallas obtenidas en los Mundiales de 1982 y 1986, de sus cuatro preseas en Juegos Panamericanos y las once brillantes participaciones -también con medalla incluida- en los Campeonatos Sudamericanos. Y, cómo no, de la hazaña que significó la plata en los Juegos Olímpicos de Seúl 1988.
Pero, por más extenso que sea el palmarés del coreano Man Bok Park, glorioso exentrenador de la Selección Femenina de voleibol del Perú, resulta imprescindible recordar cómo fue su llegada a nuestro país y cómo, en cuestión de años, se convirtió en una de las figuras más queridas por el pueblo peruano.
En la Ciudad de Sokcho, a 175 kilómetros de Seúl -donde las 'Matadoras' derrotaron categóricamente al siempre complicado Brasil (3-0), tumbaron al campeón olímpico China (3-2), a Estados Unidos (3-2), Japón (3-2) y quedaron a solo un set de levantar el oro ante la Unión Soviética- nacía, en 1936, Man Bok Park. Pese a las celestes playas y verdes paisajes que rodeaban Sokcho, el joven Bok Park siempre prefirió las losas, el vóley.
De todas formas, la vida suele sorprender con giros inesperados y, tras aceptar una propuesta de la Federación Peruana de Vóley en 1974, la vida lo llevaría a las playas pero del otro lado del mundo. En Lima, Bok Park y un grupo de once coreanos llegaron a territorio peruano para continuar contribuyendo al proyecto del japónés Akira Sato, quien inició la revolución del deporte de la net alta.
La comunidad coreana en el Perú, incluso, considera a Man Bok Park y sus asistentes, quienes arribaron en suelo limeño en agosto de 1974, como los primeros inmigrantes coreanos de toda la historia. Aunque las relaciones diplómaticas entre ambos países ya existían desde 1963, los nuevos integrantes de la dirección técnica de vóley apenas pudieron encontrar 'paisanos' en la Embajada de la República de Corea.
Con ello, la dificultad de aprender español y poder comunicarse con sus jugadoras incrementó aún más, pero no fue impedimento para Bok Park, quien salió adelante a su estilo. El coreano, a solo meses de su arribo al Perú, se vio obligado a asumir la dirección de la Selección Peruana de Voleibol en pleno Mundial 1974, ante el delicado estado de salud de Akira Sato. La 'sele' acabó aquel torneo en el octavo puesto.
Cuando Kato falleció en 1982, a raíz de un cáncer, y todo lo avanzado parecía perdido, Man Bok Park agarró las riendas de un tren en camino hacia la élite competitiva, lo consolidó en lo más alto a nivel sudamericano y coronó todo con un sinfín de medallas en el ámbito mundial. Todas merecidísimas, además, cuando su equipo entrenaba hasta 16 horas al día.
"Era un maestro, supo cómo manejarnos para sacar lo mejor de cada una", afirmó hace algunos años Natalia Málaga, receptora de la generación del 88' al diario As. Su compañera de equipo, Cecilia Tait, piensa exactamente igual. "Es mi padre deportivo. Lo quiero mucho y estoy eternamente agradecida por lo que hizo por mí", aseguró. Ambas supieron valorar y aprovechar al máximo los tres pilares de Bok Park como entrenador: convicción, disciplina y trabajo.
Con el pasar de los años, Man Bok Park fue agarrándole el gusto a platos típicos como el cebiche y a bebidas peruanas como el pisco sour, dos referentes de nuestra famosa gastronomía. Y es que, cada día que pasaba, el coreano era un poco más peruano. Así lo recordaremos: como uno más de nosotros. Hasta siempre, 'Mambo'.
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