Mi momento favorito de WrestleMania –y de la lucha libre en general– se dio en 2004, cuando, tras un main event épico, Chris Benoit venció a Triple H y Shawn Michaels para ganar el título mundial pesado. En medio de su emotiva celebración, su gran amigo Eddie Guerrero, quien ese mismo día venció a Kurt Angle para retener su campeonato de la WWE, apareció en el ring para festejar con él. Ambos luchadores, dos de los mejores en el cuadrilátero, habían pasado momentos duros en sus carreras y en ese momento, esa noche, tocaron la cima. Esa imagen me marcó.
Eddie falleció en 2006 por una insuficiencia cardiaca y, un año después, Benoit también murió –recomiendo el reciente documental ‘Dark side of the ring’ (El lado oscuro del ring) acerca del caso–. Más allá del fatal final de ambos luchadores, la imagen del 2004, en WrestleMania XX, se convirtió en una postal icónica. Porque de eso trata WrestleMania, el show más grande de la industria de la lucha libre profesional: de regalar momentos inolvidables a sus fanáticos.
Este año nos toca vivir un WrestleMania distinto. Debido a que se decidió que sea sin público, la WWE optó por dividir el evento. Así, ayer vimos la primera parte y no estuvo mal. De hecho no es lo mismo –el público y sus reacciones siempre han jugado un rol importante–, pero se vieron luchas atractivas y algunos momentos que, seguro, perdurarán en el tiempo (ese codazo de Kevin Owens desde lo alto de la escenografía o ver a The Undertaker en moto).
Este año, además de ver a AJ Styles, Seth Rollins, Daniel Bryan, Drew McIntyre, Bray Wyatt, entre muchos otros, fueron incluidos en la cartelera John Cena, Goldberg y Edge, quien volverá al ring después de nueve años. Se extraña a la gente, pero el espectáculo está garantizado.