Ante el flojísimo debut liguero ante Athletic Bilbao y las lesiones de Lionel Messi, Luis Suárez y Ousmane Dembélé –piezas fundamentales en el esquema ofensivo del FC Barcelona–, Ernesto Valverde estaba obligado a encontrar un plan B, a sacar un as bajo la manga para completar su alicaída convocatoria frente al Real Betis.
El entrenador, discutido por un sector importante del Camp Nou, debía encontrar un jugador suficientemente capaz de suplir tamañas ausencias. Sea o no titular, pero que esté a la altura del reto. Para su suerte, en el Barza, el talento no es un recurso escaso y, a veces, solo basta con mirar hacia La Masía, reconocida fábrica de innumerables 'joyas' mundiales. Ahí estaba Ansu Fati, de tan solo 16 años.
El miércoles pasado no fue un día cualquiera para Fati. El canterano blaugrana salió temprano de casa rumbo a la Ciutat Esportiva, su segundo hogar durante los últimos siete años, para darse con la sorpresa de la vida: ese día no entrenaría con Víctor Valdés y sus compañeros del Juvenil A, sino con el primer equipo. Tres días después, se convirtió en el segundo jugador más joven en debutar en la historia del Barza.
Fati, punta por naturaleza pero reconvertido en extremo, no fue escogido al azar. Era, de alguna manera, la recompensa por sus años destacando en las divisiones inferiores, a pesar de participar siempre con categorías mayores a la suya. Con el Alevín A, incluso, el delgado y espigado guineano convirtió 56 goles en una sola temporada.
Pero hablar de sus exitosos últimos años en la cantera blaugrana es dejar de lado un sinfín de historias y experiencias que llevaron a Ansu Fati a debutar en uno de los clubes más grandes del mundo. En ellos, su padre Bori –quien llegó a tierras españolas hace 20 años en busca de un próspero futuro para su familia–, jugó un papel fundamental.
Con tan solo seis años, Ansu Fati llegó a la Sierra Sur de Sevilla (específicamente a Marinaleda) procedente de Guinea-Bissau. Ahí, su padre, por cosas de la vida, conoció al entonces alcalde, Juan Manuel Sánchez Gordillo, quien le ofreció un trabajo como conductor de un camión de basura en la localidad más cercana. Sin dudarlo, aceptó.
Así, la familia se mudó a Herrera, pequeño municipio de siete mil habitantes donde, con la camiseta de la Escuela de Fútbol Peloteros de Herrera, se confirmaron los rumores que llegaban desde África: Ansu jugaba al fútbol como los dioses. Combinaba velocidad, regate y potencia, una suma difícil de encontrar a esa edad. Era indetectable. Rápidamente, José Luis Pérez Mena, director de la academia, se dio cuenta de la 'joya' que tenían en sus manos.
"Llevo 50 años viendo fútbol y jamás he visto a nadie como él. Tiene una gran personalidad, no le teme a nadie y nada más ha que verlo en el campo para saberlo. Era un espectáculo", confesó para medios españoles.
En los tres años ahí, los Peloteros de Herrera conquistaron su categoría prebenjamín, y los trofeos de Casariche y Plazuela. Era momento de crecer, de dar un paso hacia delante.
Como si fuera un trampolín, la familia se decidió por el Sevilla FC. Un año de contrato, nada más. Bori era consciente de que el futuro de su hijo estaba en el Barcelona o Real Madrid (clubes que ya habían tocado la puerta por Ansu) y no quería un compromiso más largo, aunque Monchi, director general deportivo andaluz, le ofreció de todo con tal de quedarse.
"Estábamos en el Sevilla y el Real Madrid me ofrecía mejores condiciones que el Barza por mi hijo. Pero elegimos al Barcelona porque vinieron a mi casa con el contrato y me convencieron. Vino Albert Puig (cazatalentos del Barca) y me dijo que mi hijo tenía que fichar por ellos. Nos prometió que dentro de unos años lo veríamos en la élite, con el primer equipo", afirmó Bori a la Cadena COPE.
El Sevilla, enfadado por la inminente partida de su promesa, lo 'congeló' durante un año, pero Puig, al final, tendría razón. Las trabas no pudieron con el deseo de la familia Fati de verlo brillando con la camiseta culé y así fue, aunque, por ahora, solo hayan sido 12 minutos sobre el césped del Camp Nou.
"Miraba a mis padres, a mi familia, que son los que me han acompañado hasta llegar aquí. Ahora toca disfrutar el momento e insistir que sólo tengo palabras de agradecimiento", declaró Fati, quien renovó el mes pasado por tres temporadas y firmó una cláusula de rescisión de 100 millones de euros, tras el triunfo frente al Real Betis.
Aún no se sabe si el guineano de 16 años seguirá bajo las órdenes de Valverde en el primer equipo, o si, por ahora, su presencia haya quedado en el debut anecdótico de un adolescente, pero Ansu Fati ya demostró que tiene herramientas de sobra para una larga y exitosa carrera. El resto ya dependerá de él.
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