Abidal hizo enfurecer a Messi con unas desafortunadas declaraciones donde señalaba a los jugadores como los principales responsables del cambio de técnico y del rumbo actual del equipo. A menos de un año y medio del final de su mandato, Bartomeu no podía permitirse el lujo de prescindir de él. Primero, porque lo iba a tener complicado para rehacer la estructura deportiva. Y segundo, porque a Messi tampoco le convenía su destitución, ya que eso podría dar la razón a los que dicen que el argentino manda más que el propio presidente. Puede que sea así, por algo es el mejor del mundo en este deporte, pero tampoco sería oportuno que fuese un hecho contrastado y púbilco.
Por todo eso, se optó por mantenerlo en el cargo y escenificar unidad, aunque el incendio estuviera latente. Y no solo por la palabras de Abidal, sino por la política errática de fichajes y la incapacidad por inyectar sabia nueva. Con la venta de Carles Pérez y las lesiones de Suárez y Dembélé, el equipo llegaba a Bilbao con 16 jugadores de la primera plantilla, un número insuficiente para afrontar el tramo final de temporada con tres títulos en juego. Por mucho que tengas al mejor en tus filas.
Pero los 3 títulos ya son imposibles porque cuando las cosas van mal, la dinámica negativa te arrastra y sabes que, por mucho que te esfuerces, solo pueden ir a peor. Ante el Athletic Club, el fútbol fue injusto con el Barça, que fue superior durante todo el choque y tuvo las ocasiones más claras. Pero en fútbol, si perdonas lo pagas. Después de más de un lustro, la final no verá al conjunto blaugrana.
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