ADRIÀ COROMINAS [@adriacat]
Los 10 últimos goles del Barça en Liga habían tenido participación directa de Luis Suárez, ya sea con gol o asistencia. Sin él, y como era de esperar conociendo el perfil del nuevo técnico, hubo mucha posesión, pero faltó profundidad, un problema que ya se le criticó en el Betis, su último club. Lo cierto es que, aunque había mucha ilusión puesta en ver otro fútbol, no se podía esperar un gran cambio de un día para otro. Setién solo lleva una semana de entrenamientos y tendremos que darle tiempo para ver cómo se asimilan sus ideas.
A pesar de eso, el equipo mostró otra cara, insinuó cosas diferentes, se mostró más ágil con el balón y se vio claramente que una de las obsesiones de Setién es recuperar la presión tras perdida. Fruto de eso, el Barça encontró muchas conexiones interiores en el mediocampo, en parte gracias a la mejor versión de Busquets, que le ha sentado de maravilla el cambio de entrenador. Se le vio implicado y conectando en corto como en sus mejores tiempos. Con él incrustado entre los centrales, la salida de balón fue mucho más limpia, más rápida, casi siempre al primer toque y generando muchas situaciones de superioridad por dentro.
Con esa receta y con un nuevo ingrediente de la casa como es Riqui Puig, un producto de futuro al que Setién le dio la oportunidad de debutar en Liga a las primeras de cambio, llegó el único gol del Barça, que deja a Setién con una semana más de margen para seguir cocinando su idea con la tranquilidad de ser puntero.
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