El Barça sigue líder, pero sigue demostrando que ya no queda nada de aquél equipo que maravilló al mundo entero. Cuesta aceptarlo. Cuesta contarlo. Pero dicen que para curarse, lo primero que tienes que hacer es reconocer lo que te pasa. Y lo que le pasa a este equipo es que ha perdido toda la magia que tuvo. Sus duelos son conciertos de imprecisiones. La pelota no le corre, no hay fluidez. Falta amplitud y, por tanto, faltan espacios.
Y podríamos lamentarnos y escribir todas las carencias del conjunto blaugrana hasta llenar la página entera. Podríamos volver a argumentar por qué este equipo no está en condiciones de volver a ganar la Champions. Pero Messi siempre se las ingenia para taparlo todo.
Esta vez, con 3 goles, dos de ellos ejecutando magistralmente un tiro libre. Unas faltas que transforma con la misma facilidad con la que me como un helado de vainilla o los macarrones de mi tía. Unas faltas que, de escribirse el manual científico, se convertiría en ‘best seller’. En las últimas 3 ligas, Messi ya ha marcado, él solito, 15 goles de falta directa. Para ponerlo en contexto, el Real Madrid, por ejemplo, tan solo ha marcado 3 en este mismo período.
El problema es que Messi vive solo. Cuando él descansa, el ritmo baja, el partido se para y vuelve el aburrimiento general. El reto, pues, es conseguir involucrarlo dentro del equipo como uno más, no como chispas de inspiración individual que sirven para sacar adelante los resultados, pero no el juego.
Del mejor Barça solo queda él. Y eso es mucho. Disfrútenlo.
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