Lo extrañaban. De un día para otro había decidido dejar la casa junto al hijo pródigo (Cristiano Ronaldo) y las consecuencias se vieron ni bien se fue. Y es que lo hecho por Zinedine Zidane no tenía precedentes. Nadie en la ‘era Champions League’ había conseguido levantar tres ‘Orejonas’ de forma consecutiva hasta que el francés se sentó en el banquillo de los ‘blancos’.
Para reemplazarlo, en la ‘Casa Blanca’ vieron con buenos ojos traer al entrenador de la selección española, Julen Lopetegui. A dos días de Rusia 2018 se confirmó la bomba y, mientras la ‘Furia’ se quedaba sin estratega para la Copa del Mundo, en el Santiago Bernabéu respiraban aliviados el poder contar con una persona capaz de hacer olvidar a ‘Zizou’. Lamentablemente para Florentino Pérez, no fue así.
Entre el DT vasco y Santiago Solari –el sucesor momentáneo– duraron ocho meses. Para el 11 de marzo del 2019, quien se había ido como sorpresa volvía para liderar una renovación, ya sin CR7, pero con el palmarés y la confianza de un estadio que veía en él la misma capacidad táctica para liderar a un equipo que la técnica que había mostrado durante sus años como futbolista.
Sin embargo, la decepción parece mayúscula antes de terminar el año. El rendimiento va de la mano de los resultados, pero no de forma positiva, sino todo lo contrario. Habiendo terminado la 2018/19 como se comenzó (con la pierna izquierda), el inicio de la 2019/20 parecía ser la verdadera vara para medir el trabajo del renovado técnico.
Dos victorias en cuatro partidos de la Liga Santander y una dolorosa derrota ante el PSG, donde el Real Madrid no pateó al arco por primera vez en 10 años, dejan una sensación de anarquía en el barco madridista. Los fichajes pedidos por Zidane no parecen haber llegado para darle un salto cualitativo a la plantilla (salvo Eden Hazard), sino para hacer mayor fondo de armario y la dirección de cancha del estratega parece no tener rumbo tras medio año en el cargo.
¿Hasta cuándo llega la paciencia?
Es inevitable pensar en que ‘Zizou’ tiene un escudo de oro en las oficinas de Madrid. Las tres Champions y su pasado como gloria ‘blanca’ le dan un colchón que, eso sí, en algún momento se puede terminar de desinflar. Porque la gran pregunta que seguro pasa por la cabeza de Florentino es, visto lo visto, si su club realmente necesita a un entrenador con el perfil que maneja el francés. Y la respuesta, guste o no, parece ser negativa.
La paciencia con Julen Lopetegui y Santiago Solari no duró demasiado por malos resultados y falta de entendimiento con la plantilla. Con ZZ la plantilla tiene una conexión especial, de eso no hay duda, pero el exfutbolista parece no darles las soluciones tácticas para tapar los bajones individuales que han sufrido desde la última conquista europea.
Sin Ronaldo el plan tiene que cambiar. El portugués era un factor diferencian por sí mismo y ya sin él no hay opción ‘B’. Luka Modric, Casemiro y Toni Kroos ya no conforman el mejor tridente medular del mundo y en el Santiago Bernabéu no hay ojos que vean con optimismo una salida que les de buenas noticias. Todo se resume a la intensidad y nada al juego.
Desde que llegó para conformar su segunda etapa al mando, el galo ha disputado 16 encuentros, en los que ha ganado siete, empatado cuatro y perdido en las otras cinco oportunidades. En cuanto a goles tiene 25 y ha recibido 23. Los números son malos reconociendo la plantilla que tiene, pero además ya pueden ser comparados con los de sus predecesores.
Si Lopetegui, en 14 partidos, ganó seis, empató dos y perdió otros seis; mientras que Solari dirigió en 31 ocasiones, con 22 victorias, dos empates y ocho derrotas, siendo destituidos a la brevedad, hasta cuándo es que ‘Zizou’ tendrá ese manto sagrado que lo defiende, aunque los números no lo hagan.
La poca solidez defensiva, la ausencia de planes para atacar, la dependencia en el jugador que quería fuera (Gareth Bale) y los malos resultados hablan por sí solos. Zidane no ha encontrado la llave post Cristiano Ronaldo y, mientras más se demoren en despacharlo, mayor será la decepción de sus hinchas en un personaje que nunca pierde los estribos, pero sí las ideas.
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