Cuando se piensa en un centrodelantero ‘clásico', uno se imagina jugadores altos y fuertes, pesados, aguerridos y –hasta cierto punto– toscos. Jugadores que no le temen al 'trabajo sucio', que permiten respirar a sus equipos en los momentos de apremio y aliviaban a todos cuando –en la mínima oportunidad– rompían las redes del arco rival. Piezas que destacan más por sus cualidades físicas, juego aéreo y capacidad para aguantar defensas rivales, que por su talento e inventiva con el balón en los pies.
Las funciones del '9' eran silenciosas –hasta pasaban, por momentos, desapercibidas– y la participación que tenían en la creación del juego era bastante reducida. A pesar de ello, un gol bastaba para robarse todas las cámaras, los flashes y las portadas de los diarios del día siguiente. Y es que, como dicen, goles son amores.
¿Ejemplos? Existen un montón, y todos con un mismo perfil: desde Luca Toni, Ruud van Nistelrooy, Peter Crouch y Emile Heskey, hasta Martín Palermo, Gabriel Batistuta, Roque Santa Cruz y Sebastián Abreu. Goles, de hecho, no hacían falta, pero el fútbol de hoy en día exige mucho más que anotar. Y es así que el entrañable '9', ahora necesitado de otras cualidades, ha ido desapareciendo.
Quizás, y como muchas otras cosas en el fútbol moderno, este cambio haya tenido dos conocidos responsables. El primero, Rinus Michels, director técnico de la recordada 'Naranja Mecánica' (selección holandesa del Mundial Alemania 1974). Aquel equipo, liderado en cancha por el gran Johan Cruyff, revolucionó el deporte rey con un nuevo concepto: el 'Fútbol Total'.
Con un 4-3-3 (formación que se ha hecho bastante popular con el pasar de los años), e idea de juego basada en la posesión del balón, un 'pressing' voraz, rotaciones constantes, uso constante de la 'trampa del off-side' y el lema "todos atacan y todos defienden", el equipo de Michels marcó un antes y un después en el fútbol.
El segundo, Josep Guardiola i Sala, o simplemente Pep. Un 2 de mayo del 2009, en el Santiago Bernabéu, el entrenador del Barcelona sorprendió al mundo al colocar a Lionel Messi como delantero, a 'Tití' Henry por izquierda y a Samuel Eto'o por derecha. Ese día, nada más y nada menos que en un 'Clásico' español, Pep estrenó la función de 'falso 9'. La apuesta le daría la razón: con una genial actuación de la 'Pulga', el 'Barza' goleó al Real Madrid por 6-2.
El concepto era simple. Messi debía retroceder hasta el mediocampo para pedir la pelota, de tal manera que uno de los dos centrales (Cannavaro o Metzelder) se vea obligado a decidir entre seguirlo (dejando un espacio a sus espaldas que sería vulnerable ante una diagonal de los extremos) o no seguirlo (permitiendo que reciba libre y se asocie con Xavi e Iniesta). Los defensas, acostumbrados a hacer el 2 contra 1 al delantero centro, nunca lograron detener los movimientos del '10' blaugrana.
La suma del juego ofensivo de Michels y la innovación táctica de Guardiola, junto a las exigencias –ahora más técnicas que físicas–del fútbol de hoy (en todas las posiciones), asfaltaron el camino para que los '9' modernos sean un híbrido entre la habilidad propia de un volante creativo, el instinto goleador de los delanteros y una suma de virtudes propias puestas en función de un conjunto.
Viendo las tablas de los goleadores de las principales ligas del mundo, jugadores con las cualidades descritas, como Sergio Agüero, Karim Benzema, Roberto Firmino, Dusan Tadic, Timo Werner y Dries Mertens, solo por nombrar algunos, brillan cada fin de semana sin la necesidad de ser una 'torre'. Claro, sus atributos ofensivos mejoran el colectivo y aumentan las probabilidades de gol, quienes sacan provecho de los '9' cuyo hábitat natural ha dejado de ser el área.
Los mejores ejemplos de los mencionados son, sin lugar a duda, Benzema y Firmino, dos jugadores que a simple vista podrían vestir la camiseta número '10' en lugar de la '9'. Ambos ocupan bien los espacios fuera del área, no lucen desconectados del circuito de juego, saben cuándo y hacia dónde conducir y si la jugada lo pide, pueden dar una asistencia como con la mano. Tanto el brasileño como el francés tienen bien ganados sus sitios en la élite.
Tadic, por ejemplo, cumplía de manera excepcional el rol de 'falso 9' en el Ajax semifinalista de Champions League, participando constantemente de la gestación del juego –casi sin entrar en contacto físico con los defensas centrales– y apareciendo siempre dentro del área para finalizar. Sus goles no eran un hecho aislado, solo consecuencia de un juego estructurado al que solo debía ponerle la cereza final. Terminó el torneo con 9 goles en 18 duelos.
Incluso, el delantero suplente del Kun en el Manchester City es Gabriel Jesús –y de Firmino en el 'Scratch' también–, otro jugador que deleitó en el fútbol brasileño más por su desequilibrio y velocidad, que por su eficacia frente al arco. Aún así, ya lleva 47 anotaciones en sus cuatro temporadas con el equipo de Guardiola.
A punta de goles, delanteros como Romelu Lukaku (4), Artem Dzyuba (3), Mario Mandzukic (3) y Diego Costa (3) intentaron demostrar, en el Mundial de Rusia, que su especie aún no se encuentra en peligro, que todavía no está en extinción, pero es casi inevitable. Los técnicos modernos son conscientes que el gol no es un hecho aislado, es, sino, la consecuencia de un circuito fluido de juego. Y, estén preparados o no, los centrodelanteros deben formar parte de él.
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