Mi cuaderno de matemática en quinto año de secundaria tenía pegado encima de la portada el póster de Dennis Bergkamp. Una vez Li Valentina, mi chica del colegio, me preguntó quién era. Yo quise aprovechar el momento para soltar una broma. “Es frío y, ahora, también calculador”. Por supuesto solo yo entendí la broma.
Del Mundial Francia 98, yo tengo dos recuerdos nítidos. El primero era la decepción de todos en casa mientras veíamos el Argentina-Holanda de cuartos de final. Sin Perú en la Copa del Mundo, imagino que en mi familia alentábamos a los sudamericanos hasta que un flaco rubio recibió un pase larguísimo, amagó a un albiceleste y anotó un golazo con el borde externo del chimpún derecho. Ese era Bergkamp. El otro recuerdo es Barthez saliendo a matar a Ronaldo en un balón dividido de la final que ganó Francia.
Mi afecto por 'Iceman', sin embargo, nacería años después y solo por dar la contra. Entre mis amigos de la adolescencia todos querían ser David Beckham; yo en cambio elegí a alguien menos famoso pero que jugaba mejor: Dennis Bergkamp. Al final y al cabo, entre los más chibolos el apellido sonaba casi igual. Además, mientras la mayoría amaba a Thierry Henry, yo creía fielmente que el holandés era el verdadero líder del "Arsenal de los Invencibles". Vengan de a uno si creen lo contrario.
Los 'Gunners' eran un ballet de jugadores que andaban de puntitas sobre los estadios de la Premier League. En la era previa al 'tiki-taka' del FC Barcelona, los lords del Arsenal podrían estar en la mitad de la cancha jugando 'camotito' mientras los rivales estaban más perdidos que cuy en tómbola.
Cuando el YouTube se volvió la máquina nostálgica de los videos, yo entraba a buscar las mejores jugadas de Bergkamp. Debo aceptar que solo disfruté de la última etapa de su carrera, y aún así era una fantasía verlo controlar el balón en el aire, burlar defensas como si fuesen peones en el ajedrez o anotar goles de antología.
Mi último descubrimiento en el puntocom es que el día que le anotó al Newcastle un golazo en el St. James' Park -pirueta y autopase con la izquierda y definición con la derecha tras pase de Pires- en la cancha estaba Nolberto Solano como espectador de lujo para ver tamaña joya del fútbol mundial.
Durante toda su carrera cargó con una mochila de cien kilos, con un estigma que la prensa y los hinchas contrarios le pusieron en la frente: su miedo a subirse a los aviones. En su defensa, creo firmemente, los más valientes son quienes han de hacer volar sus sueños con los pies bien puestos sobre la tierra.
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