Todos amamos a Josep Guardiola. Revolucionó el fútbol. Nos mostró una forma de jugar nunca antes vista. Combinó lo bonito con lo bueno y entregó un producto que se incrustó en la excelencia. Hizo jugar al arquero como un futbolista de campo más, exigió a los centrales a tener un pie educado para salir desde el fondo, ubicó a un contención con más fútbol que quite y sacrificio, y lo acompañó por dos volantes mixtos y dos extremos con excesiva movilidad y gran capacidad de desequilibrio. Se dio tiempo de hasta al ‘9’ volverlo falso. Hizo de todo y lo hizo bien. El Pep acostumbró al mundo del fútbol a aniquilar a sus rivales en el porcentaje de posesión y así logró ganar 28 títulos entre el Barcelona, Bayern Munich y Manchester City.
El problema no es Guardiola, son los guardiolistas. Son aquellos fieles devotos que insisten en una idea casi sin tener en cuenta a sus intérpretes. Pep siempre tuvo a los mejores, y si no los tenía, los compraba. Los imitadores van a la guerra con la estrategia definida, pero sin las armas adecuadas. Por puro fundamentalismo. La forma separada de la sustancia. La idea para ellos pasó a ser mucho más importante que los triunfos. El pensar que solo hay una manera de proceder, a esas alturas, resulta hasta egocéntrico por parte de los técnicos. Lo cierto es que a ninguno le funcionó el método como a su creador y por eso hoy el guardiolismo está en extinción. “Pep encontró la excepción, no es un fútbol para todos. Para jugar como el Barza debes tener a Messi, Iniesta y Xavi en tu equipo. Muchos hemos tomado como argumento común lo que era una excepción”, señaló Massimiliano Allegri, quien intentó adoptar este juego sin demasiado éxito en el Calcio italiano.
Los títulos de Francia en el Mundial y del Real Madrid y Liverpool en la Liga de Campeones, le han devuelto el crédito a otras escuelas futbolísticas y le han quitado prestigio al guardiolismo. La dictadura del tiki taka pasó a mejor vida y hasta el propio Barcelona intenta adecuarse a los nuevos métodos. Inclusive en la Bundesliga, el Bayern abandonó el estilo asociado para volver al juego alemán de siempre. Según el diario Marca, los azulgranas han pasado de tener un porcentaje de 73% en la última temporada de Guardiola a un 57% en esta temporada, mientras que los bávaros han cambiado un 71% con el técnico español frente al 57% la pasada temporada. Los números hablan por sí solos.
El fútbol ha vuelto a mutar y estamos presenciando el retorno de los contragolpes. Ahora todos quieren jugar como propone Jurgen Klopp: el rock and roll a todo volumen. Esa es la nueva moda futbolística. La técnica absoluta ha sido desplazada por la fuerza y velocidad. Es el fin de una era. El guardiolismo atraviesa una agonía en la que solo sobreviven los seguidores radicales. El problema no es Guardiola, son los guardiolistas.
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