La ecuación parece sencilla, pero implica la precisión de un relojero y la calma de un lago para adaptar la perfección al vértigo en una obra de arte cinematográfica de siete segundos. Anticipación de Ballón y un tiki taka de tres toques que ubica al mismo Josepmir en posición cómoda para el centro. Así lo hace y el que recepciona es Gabriel Costa, quien ante la ociosa mirada de sus marcadores y la torpeza de Polo para incomodarlo, tiene tiempo para una eficiencia técnica fascinante: pim, pam y ¡puum!, derechazo cruzado y abajo que deja en ridículo a Carvallo para sentenciar el clásico a favor de Alianza Lima, nada menos que en el estadio Monumental, imponente escenario al que le hizo falta un Universitario de condiciones similares.
Era el minuto 55 y el 2-0 acomodaba el partido muy a favor del cuadro de Chicho Salas, igual de nervioso por el alto volumen de jugadores debutantes en clásicos, pero más sólido y mejor provisto de alternativas para atacar, gestar y defender debido a un detalle no menor: el nivel superlativo de sus refuerzos.
El Universitario de Compagnucci apostó por una renovación de plantel cuyo propósito ha comprometido lo que ya funcionaba y puesto en duda lo que parecía iba a funcionar. El técnico argentino cambió mucho, pero ante Alianza Lima esa decisión no trajo como consecuencia una mayor jerarquía: se tradujo en intentos, sí, ahora con Ureña, con Pérez Guedes, Calcaterra, Rivera y arriba un Valera que volvió a ser inconsistente. Peor aún, el clásico lo encontró con una línea defensiva casi nueva por completo ante un rival cuya experiencia se fue solidificando de la mano con la jerarquía.
Gracia y pericia
Ahí estuvo, por ejemplo Gabriel Costa y su pericia para el segundo tanto. Pero antes, a los 19 minutos, también atrajo todos los reflectores un trajinado Peruzzi ensayando el oficio de quebrar líneas defensivas mal concebidas con un pase que dejaría a Pablo Sabbag frente a frente con José Carvallo. La definición ahí también fue obra y gracia de la jerarquía, que dicho de alguna manera, es el arte de no fallar. Toquecito suave y preciso abajo y la pelota brinca como llevada de la mano para burlar el bulto en el que se convierte el ‘1′ crema y posarse sobre las redes para el 1-0.
Y mientras eso sucedía y Compagnucci no hallaba la fórmula para hacer daño ni en el campo ni entre los suplentes, Alianza Lima se acomodaba mejor en defensa con Santiago García, pero principalmente con la novedad de Carlos Zambrano, un veterano de roce internacional que con su sola presencia fue disolviendo los intentos tibios del equipo crema.
Eso sí, Zambrano hizo todo bien pero no es posible que siga sin poder controlar su temperamento y ello lo deje tan expuesto como en el clásico, donde una patada innecesaria sobre Piero Quispe le hizo merecedor de una roja directa. Error absoluto de un refuerzo cuyo oficio y trayectoria lo convierten en un absoluto ridículo con reacciones de ese calibre. Peor aún, si todo eso sucede al minuto 95.
Eso sí, más allá de comparar eficiencia y jerarquía, el azar tuvo algo que ver con el resultado. Horacio Calcaterra por ejemplo, otro veterano de guerra, tuvo un partido aceptable y fue quizá la principal figura del cuadro crema. Artífice de los eventos en ataque con más peligro e incluso protagonista de la acción de gol más clara en tienda merengue, aunque falló en el puntillazo final. La otra cara de la moneda sería Gabriel Costa, menos lúcido en el juego colaborativo e incluso más discreto hasta los 55′ que estuvo en el campo. Pero a diferencia de Calcaterra, el Costa fue doblemente eficiente: tuvo dos opciones de gol y en las dos acertó, aunque la primera fue anulada por posición adelantada. Esa capacidad para aparecer en el momento justo y no fallar también define partidos.
El acierto con Sabbag
El broche de oro fue Pablo Sabbag, un atacante que a su imponente rasgo físico le suma mucha movilidad, quizá sea esa la razón por la que Salas decidió darle el titularato por encima de un referente como Hernán Barcos. Y no Chicho no se equivocó. El romántico del gol, es una fiera. Con mucho despliegue y movilidad. Incluso en el gol, Pablo deja el área para recibir un primer pase y deja mal para a Di Benedetto, que lo sufrió todo el partido.
Alex Valera por el contrario, mantuvo su rendimiento y siguió fallando en el último toque, como si la pelota mordiera antes del puntillazo final. Peor aún, padeció bajo la sombra de Carlos Zambrano, quien lo dominó en absoluto y lo redujo a un juego incómodo y un jugador fastidiado, impetuoso pero aturdido y desconcentrado por la sofocante y sólida marca del ex Schalke 04.
¿Y Polo? Poco se supo de quien fue una de las figuras con más proyección del fútbol peruano hace ya unos años. Al menos ante Alianza Lima anduvo discreto, aunque a la media hora del segundo tiempo acertó con un pase limpio y vivísimo a Urruti para el gol del descuento.
Urruti, de derecha, marcó para dejar en evidencia que el partido, por momentos, fue disputado y parejo. Pero en otros momentos, la mayor parte, Universitario no tuvo ideas ni la gestión adecuada de la pelota para llegar con profundidad y peligro al arco de Saravia. Otra deuda de
Compagnucci es disolver el proceso de consolidación de Piero Quispe, otrora figura y proyecto en el 2022 y hoy condenado a la suplencia y usado apenas desde los 84′ ante Alianza Lima. Sí, Piero Quispe, el último gran talento nacido en las entrañas de Universitario, parido por la garra y potenciado por apuesta del club que también parece perderse entre la neblina que complica el escenario crema.
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