En el 2017, luego de pasar un tiempo en el Doxa de Chipre, Luis Peralta firmaba por el Bangú de Brasil. Su experiencia en Europa lo había hecho crecer como profesional y era momento de demostrarlo nuevamente en su continente; sin embargo, no tuvo suerte en su periplo. Una lesión complicada lo alejó de las canchas y en un año y medio solo pudo disputar cuatro partidos.
Aun así, su experiencia en el país de los pentacampeones del mundo le sirvió de mucho. Ahí compartió vestuario con Sebastián Abreu, quien, además de llenarlo de anécdotas, le compartió conocimientos con la pelota en los pies ¿Uno de ellos? La tranquilidad para afrontar un tiro desde el punto penal. Hoy, ya con la camiseta del Sport Boys, se empieza a ganar un lugar en el corazón de los hinchas ‘rosados’, precisamente, por su efectividad en la pena máxima: tres de sus cuatro goles en la Liga 1 han sido así.
Sin embargo, antes de llegar al Callao, fue el Monagas venezolano quien le dio la oportunidad de defender sus colores. Después de las lesiones había que recuperar la confianza y ellos se la dieron. Solo estuvo medio año, pero será un tiempo que nunca olvidará y no tanto por lo futbolístico.
Vivir en crisis
Filas eternas para comprar, poco dinero, y comida la justa. Características de un pueblo venezolano que no la pasa bien y que no es ajeno a nada ni nadie. El deporte; no obstante, parece ser la salvación y no solo por la distracción. Pero para Peralta, seis meses fueron suficientes para entender lo que era vivir en crisis.
Porque para un deportista, la alimentación es fundamental y, aunque había facilidades, no era sencillo adaptarse. Meses en los que se tenía que sobrevivir con cinco libras de arroz o en los que, por obligación, se tenía que comer pasta porque no se conseguía pollo no eran fáciles de asimilar. “Entendí lo que eran los verdaderos problemas”, contó Depor sobre aquella realidad.
Aunque a veces convivían en una burbuja cuando concentraban en hoteles de cinco estrellas, uno nunca es ajeno a la sociedad que observa en el día a día. “Hacíamos recolectas de comida para ahorrarle filas eternas a la gente”, agregó. Ellos –los futbolistas- tenían un plus: contactos que traían carne y demás junto a cajas que brindaban los clubes del país a sus jugadores con insumos como aceite, arroz y otras cosas básicas. Pero al final, los problemas azotaban a todos. Había que dar un paso al costado.
La oferta del Perú le llegó en el momento justo, un país al que ya había visitado con la camiseta de Once Caldas, en el 2016. Fue en pretemporada, antes del comienzo de la Liga Águila, que el ahora delantero ‘rosado’ vino a nuestro país para enfrentar a la César Vallejo en la ‘Noche Poeta’ y a la San Martín en un amistoso en Santa Anita.
Ya en el presente, y con la intención de seguir rompiéndola, Peralta espera mantener la racha goleadora. Alguna vez, después de ascender a Primera con Gimnasia y Esgrima de La Plata en Argentina, fue a un restaurante y, por la pasión que desprende el fútbol, no le cobraron. Quizás, algún día, en el puerto del Callao pueda recibir el mismo aprecio de la gente ‘chalaca’.
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