Además de los ojos ‘jalados’, Ernesto Arakaki tenía presencia y liderazgo. No fue espectacular ni acaparador de portadas, pero está en la historia de Alianza Lima como un zaguero muy cumplidor y, sobre todo, ganador: consiguió cuatro títulos, los últimos de la blanquiazul en su historia incluyendo el del 2006. Hoy trabaja como formador de talentos del club, buscando transmitir lo bueno y positivo del fútbol en favor del equipo de sus amores.
Y por sus manos pasaron varios de los ‘potrillos’ que ahora están dando la hora en el primer equipo blanquiazul. "Me dedico a trabajar con niños de la escuela base. Son pocos los equipos que laboran en la formación y nosotros captamos chicos desde los ocho años para enseñarles los secretos del fútbol. En Alianza se está haciendo muy bien esa parte. Tuvimos a Cotrina, Fuentes, Erinson Ramírez. No se trata de decir 'yo los descubrí', sino ser parte de su proceso formativo y que puedan llegar" dijo antes de contar sus anécdotas como futbolista.
Alianza Lima: el técnico de Independiente y la fórmula para opacarle la fiesta a los íntimos
Te asocian con Alianza Lima, pero te das a conocer en Deportivo Municipal.
Firmé dos años y lo único que me acuerdo es que cobré dos meses completos, y de ahí nunca más. Luego fueron ‘puchitos’. Hoy eso cambió en Municipal, es un club serio.
En Municipal empezaban bien, pero siempre terminaban 'ajustando'.
Los dos años que estuve ahí peleamos por no bajar. Como no pagaban, los jugadores se iban. Fue difícil competir así.
Pero estuviste en ese ‘Muni de ensueño’ del año 99.
Sí, ese año llegaron Lalo Maradona (hermano de Diego), Roberto Martínez, Prince Amoako, Fernando Calcaterra, Juan Manuel Olivares, Miguel Miranda y muchos más.
Fue el equipo que le ganó a Platense en el Nacional.
Hicimos un partidazo en nuestra presentación, ante el ‘Calamar’, y ahí debute. Fue la única vez que Municipal llenó el Nacional. Era el ‘dream team’. Después de cinco fechas enfrentamos a Alianza, y nos metió siete goles. Y ahí se acabó todo el cuento.
¿Lalo Maradona hablaba algo de su hermano?
Venía de jugar futsal en Argentina. Era un tipo sencillo, alegre. Algo nos contó sobre Diego, compartimos poco tiempo. Como no pagaban, se fue. No era como su hermano, pero también la conocía.
¿Y no le reclamaron al presidente de ‘Muni’ de esa época, Rafael Hernando?
Un día, junto a Orlando Prado, fuimos a reclamar para que nos pagara. Después de tres horas salió la secretaria y nos dijo que no estaba. Se había ido por la escalera de bomberos. Nunca lo pudimos ver.
Cuéntale a la gente cómo eran las prácticas en el Parque zonal Huayna Cápac.
Eran la muerte. Fue la parte dura de mis inicios. Estábamos haciendo partido de práctica y se cruzaban las vacas y los caballos, había que ‘driblearlos’ y seguir jugando. Cuándo te tirabas, caías encima de una torta de estiércol. No había duchas, te bañabas con un baldecito. La pasábamos mal. Después vino Alianza. Eso me ayudó a valorar lo que conseguí.
¿Llegar a Alianza Lima te cambió la vida?
Sí, y casi no llego, porque tuve una lesión en una rodilla que debía operarse. En ‘Muni’ no había plata. Tuve que buscar a un directivo, que me dio un poco de plata para hacerlo y lo demás lo puse de mi bolsillo.
O sea, cuando te llegó la oferta de Alianza ni lo pensaste.
Al contrario, porque también tenía una oferta de la ‘U’. Pero yo soy hincha de Alianza Lima desde chiquito, y ese hinchaje pesó en mi decisión.
Y eso que no la ibas a tener fácil, pues hubieras luchado el puesto con Sandro Baylón.
Cuando hablé con Alberto Masías, presidente de Alianza, me dijo que yo llegaba para reemplazar a Sandro Baylón, que ya estaba vendido a Werder Bremen de Alemania. Lamentablemente, Sandro falleció. El reto, entonces, era mayor aún.
Estás en la historia del club grone, como tetracampeón.
No lo sé. Ahora que estoy retirado y veo todo desde fuera, recién me doy cuenta de lo conseguido. No fue fácil ganar cuatro títulos. Fue mérito de los grupos que se armaron.
Traían zagueros extranjeros, pero tú eras titular y encima anotabas goles.
Eso se lo debo al profesor Jorge Luis Pinto. Él me enseño a cabecear. Después de cada práctica, me hacía quedar una hora más trabajando en ello. Por eso la mayoría de mis goles fueron de ‘mitra’.
Fuiste cuatro veces campeón y la última, en 2006, ya eras el capitán del equipo.
Nunca lo imaginé. La primera vez fue en un amistoso en Ecuador, ante Nacional. Viajó un equipo alterno y yo era el de más experiencia. Gustavo Costas me dio la cinta. No dormía pensando qué iba a decir.
¿Con cuál de los campeonatos te quedas y por qué?
Con el conseguido en 2006, contra Cienciano. Por todo lo que vivimos desde el partido de ida, en el que perdimos 1-0 en Cusco, la concentración en Navidad y el partido final en Matute. Desde 1978 no se jugaba la final en casa, a estadio lleno. Abrí el camino al título, con un golcito, y ganamos 2-0.
Ese gol no fue de cabeza.
Me tropecé y la pelota entró (risas). Fue con el pie. Tiro libre de Cruzado, la tocó de taco el chileno Pérez y yo, cayéndome, le pegué abajo y la metí. Es el que recuerdo con más cariño.
Aparte de la ‘U’, ¿algún otro club te quiso?
Sí, en 2004 me llegó una oferta de Cristal. Y, en 2006, Paulo Autuori, quien me dirigió en Alianza en 2001, me quiso llevar a Japón, pero porque creía que tenía doble nacionalidad. Al final preferí a Alianza.
EL BAILE DEL CHINO
No es ‘joda’, pero ¿te gusta la política?
Ya sé por dónde me quieres llevar (risas). Me gusta para estar enterado, como cualquiera, pero no tengo ninguna inclinación ni color, ‘porsiaca’.
¿Cómo nace la celebración del ‘baile del chino’?
Por la coyuntura política del momento. El país estaba pasando por un proceso de elecciones y la musiquita estaba de moda. Yo estaba al margen, pero con toda la alegría por un gol que hice no se me ocurrió otra cosa para celebrarlo. Además, una tarde hice dos goles y en la tribuna comenzaron a cantar y me dejé llevar.
¿Conociste a Kenji?
Nunca tuve relación con él. Todos pensaban que, por ser de la colonia japonesa, éramos amigos, pero no. A veces hasta me confundían con Kenji en la calle.
¿Nunca tuviste problemas por eso?
Todos pensaban que hacía campaña política y nada que ver. Hasta me buscaban periódicos políticos para hacerme entrevistas y hable en contra, porque no era lo mío. Me relacionaban por el cántico, los ojos, el baile y ascendencia. En verdad hasta sentía vergüenza.
¿Cómo se dio tu acercamiento a la iglesia?
Un tiempo me pegué a la iglesia porque me paraba lesionando, sentía que se podía acabar mi carrera. La fe me ayudó a estar mucho más tranquilo. Antes de cada partido, todos descansaban en la concentración y yo me iba a misa.
¿Qué fue lo peor que te ha tocado vivir?
En Alianza me operé dos veces. En 2004, me rompí los ligamentos. Y en 2006 tuve un problema de meniscos. Ya en 2009, en Cienciano, dije que no podía seguir así y opté por retirarme, a los 30 años de edad.
¿Por qué te fuiste de Alianza?
Entre 2007 y 2008 se gastó la relación con la directiva. Yo era el capitán, peleamos la baja y la relación se deterioró. Ya había cumplido un ciclo, me buscaron para renovar, pero sentí que no fue una búsqueda real, fue como un ‘quiero que te quedes por presión’. Sentí que Alianza necesitaba un buen rendimiento y yo, con mis lesiones, no la pasaba bien.
Seguro no fue una decisión nada fácil.
No, pero había que hacerlo. Me dolió. Acepté jugar en Cienciano para probar, pero ya estaba demás. La rodilla no daba y me retiré con los más grandes y lindos recuerdos.
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