Vivimos en tiempos en donde el fácil acceso a las redes sociales, pero sobre todo el mal uso de este, significa un duro golpe a la verdad. El avance de la tecnología durante los últimos años ha permitido que haya más herramientas para la proliferación de las fakes news, las cuales siempre ganan espacio en determinados momentos de nuestra cotidianidad con un propósito detrás. Y, como no podía ser de otra manera, en plenos Juegos Olímpicos de París 2024 tenía que escenificarse un nuevo capítulo de la posverdad. El pasado jueves, la boxeadora argelina Imane Khelif venció a la italiana Angela Carini en 46 segundos –clasificando a los cuartos de final en la categoría peso wélter femenino, donde este sábado 4 de agosto derrotó a la húngara Luca Hámori de manera unánime (5-0) y pasó a semifinales–, una situación que la llevó a ser víctima de insultos, vejaciones y comentarios transfóbicos a partir de la difusión masiva de que era una mujer transgénero. En definitiva, una mentira.
La escenificación de una mentira
La velocidad con la que Khelif venció a Carini dentro del cuadrilátero, además de los estereotipos preestablecidos de cómo debería verse una mujer, sirvieron para que esta falsedad tomara fuerza dentro de las redes sociales, rebotando con mucha facilidad en algunos medios de comunicación que cayeron en el error de no contrastar los hechos. Tras rendirse y abandonar la pelea, la italiana explicó lo que vivió dentro del ring: “Me dolió mucho, nunca me habían dado un golpe tan fuerte. Puse fin al combate porque después del segundo golpe, después de años de experiencia en el ring y una vida de lucha, sentí un fuerte dolor en la nariz. Dije: ‘es suficiente’. Ya hay boxeadoras que están diciendo que no van a subir al cuadrilátero porque esto no es jugar en igualdad de condiciones”.
En otro contexto la victoria de Imane Khelif no hubiera resonado con tanta controversia si detrás de ella no existiera una persecución desde el año pasado por los rumores respecto a su identidad de género. Todo se originó cuando el 23 de marzo del 2023, durante el Campeonato Mundial de Boxeo Amateur Femenino en Nueva Delhi, la Asociación Internacional de Boxeo (IBA) la descalificó por no cumplir con los criterios de elegibilidad, una situación similar a la de la taiwanesa Lin Yu-ting en ese mismo certamen. “Esta decisión, tomada después de una revisión meticulosa, fue extremadamente importante y necesaria para mantener el nivel de imparcialidad y la máxima integridad de la competencia”, señaló la IBA en un reciente comunicado, a propósito de la polémica suscitada en París 2024.
Evidentemente el Comité Olímpico Internacional (COI) no se quedó atrás y también esgrimió sus argumentos para defender a las deportistas, no sin antes reafirmar la separación que tuvo de la IBA en el 2019 por problemas de finanzas, corrupción y gobernabilidad dentro de esta. “Estas dos deportistas fueron víctimas de una decisión repentina y arbitraria de la IBA. Hacia el final de los Campeonatos Mundiales de la IBA en 2023, fueron descalificados repentinamente sin ningún proceso debido”. Del mismo modo, Mark Adams, portavoz del COI, aseveró que todas las atletas que compiten en las categorías femeninas de París 2024 pasaron satisfactoriamente por las reglas de elegibilidad. “Son mujeres en sus pasaportes y se establece que así es, que son mujeres. Es más, recordaría que esto afecta a gente real y que, por cierto, no es una cuestión transgénero. Me gustaría que quedara absolutamente claro”, explicó. Recordemos que los libros de las reglas para estos Juegos Olímpicos están basados en los que se usaron para Río 2016 y Tokio 2020.
Pese a los cuestionamientos por aquella descalificación en el 2023, Imane Khelif siguió llevando su vida con aparente normalidad e incluso no tuvo problemas para clasificar a París 2024. No obstante, eso no evitó que detrás de ella siempre hubieran voces que la desconocieran como mujer, no solo por su apariencia física, sino también porque en aquel momento Umar Kremlin, presidente de la IBA, deslizó ante la agencia rusa TAAS que durante el Mundial “varios atletas intentaron engañar a sus compañeros y fingieron ser mujeres” y que “según los resultados de las pruebas, tienen cromosomas XY”. O sea, son considerados biológicamente hombres. Sin embargo, lo dicho por el ruso no contrasta con el comunicado que soltó la IBA el jueves, donde señalan que “las atletas no se sometieron a un examen de testosterona, sino que fueron sometidas a una prueba separada y reconocida, por la que los detalles siguen siendo confidenciales. Esta prueba (...) encontró que tenían ventajas competitivas sobre otras competidoras”. ¿Entonces, fueron o no pruebas confidenciales?
Parte de la defensa de la IBA para sostener la decisión que tomaron el año pasado, es que la taiwanesa Lin Yu-ting no apeló su sanción frente al Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS), haciendo que esta medida sea legalmente vinculante. Algo similar pasó con Imane Khelif, que si bien sí se acercó al TAS para revertir su castigo, finalmente terminó retirando su apelación. No obstante, esto no atenúa la polémica respecto a los estereotipos de género que se han dado a lo largo de la historia del deporte. Como ahora que la argelina ganó –en Tokio 2020 fue eliminada en cuartos de final– y desde Italia se gestó todo un movimiento previo a la pelea con Angela Carini, la repercusión ha sido diferente. Desde el COI no han escatimado los esfuerzos en defenderlas: “Han competido y siguen compitiendo en la competición femenina. Han perdido y han ganado contra otras mujeres a lo largo de los años”, añadió Mark Adams.
La víctima de una crónica distorsionada
Procedente de un pueblo rural ubicado al oeste de Argelia, Imane Khelif ve reflejado en los comentarios transfóbicos que recibe hoy en día, una escenificación a escala mundial de lo que le tocó padecer durante su infancia en su añorada Tiaret: miradas llenas de prejuicio, bullying y un día a día en el que se vio obligada a soportar el dedo inquisidor de una sociedad opresora como la que impera en su país. Desde entonces hasta hoy, la boxeadora no solo ha tenido que esquivar a sus rivales dentro del cuadrilátero para salir adelante, sino también a los usuarios en línea que utilizan su caso para dar riendas sueltas a su lado más discriminador. Es mujer, pero la desinformación que la catalogó como trans la convirtió en el blanco perfecto para personalidades antitrans y algunos políticos que buscan ganar el debate sobre la identidad de género.
Estos personajes, más allá de sus respectivas ideologías, tienen mucha influencia sobre la gente y el más breve mensaje que reafirme una mentira, puede convertirla en una verdad irrefutable. Basta un simple clic para alimentar el daño que ha venido recibiendo una mujer en sus 25 años de vida. Pero así como hay voces que solo han servido como el hilo conductor para que este engaño llegue a millones de personas, hubo otras que se pararon en la vereda de enfrente con firmeza. Amy Broadhurst, boxeadora británica-irlandesa que venció a Imane Khelif en la final del Campeonato Mundial de Boxeo Amateur Femenino en Estambul 2022, compartió un extracto de cómo se impuso aquel día con la siguiente frase: “¿Qué piensas ahora, después de verlo (el video)?”. Posteriormente pidió el cese de las muestras de odio hacia la argelina al considerarlo un accionar “ridículo”.
Las pruebas de sexo en el deporte
En marzo del año pasado, el Observatorio de Derechos Humanos, una organización no gubernamental (ONG) dedicada a la investigación, defensa y promoción de los derechos humanos, puso sobre la mesa un análisis sobre las pruebas de sexo en el deporte y la catalogaron como una forma de violar los derechos fundamentales a la intimidad y la dignidad de los deportistas. Cuando la IBA dio a conocer las razones por las que excluyeron a Imane Khelif y Lin Yu-ting del Mundial del 2023, no especificaron los resultados de las pruebas a las que ambas boxeadoras fueron sometidas, pues estos son confidenciales.
Existe una anomalía en la genética del ser humano considerado como desorden en la diferenciación sexual (DDS), una afección vinculada con los genes, las hormonas y los órganos reproductores de los individuos. En algunos casos esta condición lleva a que el cuerpo femenino produzca de forma natural más testosterona que otros, llevándola a las cantidades segregadas por un cuerpo masculino. Cuando alguien tiene DSS, sus rasgos solo pueden ser percibidos durante la pubertad, etapa en la que se desarrollan las características sexuales secundarias. La ciencia establece que una de cada 50 personas puede tener DDS, pero esto no influye en su identidad de género (percepción que cada persona tiene de su propio género, que puede coincidir o no con su sexo biológico).
En este punto de la historia entran a tallar Imane Khelif y Lin Yu-ting, a quienes se las vincula con tener DDS, una posibilidad latente, pero no confirmada. Incluso, tal como está explicado líneas arriba, la IBA no expuso públicamente los resultados de las pruebas de sexo por las que pasaron ambas deportistas. Conscientes de que estos casos son naturales y escapan de la decisión de los atletas, en el COI vieron por conveniente introducir normas y reglas que serán rotas si hay una evidencia clara de desigualdad en la competitividad o que pueda poner en riesgo la seguridad humana de los participantes de las disciplinas.
Tanto la argelina como la taiwanesa no incumplieron ninguna norma y el COI lo especificó en su comunicado del jueves, reiterando que las dos “cumplen las normas de elegibilidad e inscripción de la competición, así como todas las normas médicas aplicables”. El vocero Mark Adams fue más allá y apuntó a que no todas las explicaciones científicas tienen un solo color, pues muchas veces estas ni siquiera pueden responder a situaciones naturales del ser humano. “Todo el mundo quiere una explicación en blanco y negro de cómo podemos determinar esto. Esa explicación no existe ni en la comunidad científica ni en ninguna otra parte”, afirmó.
Un caso que puede utilizarse como ejemplo es el de la española María José Martínez Patiño, exatleta española especialista en carrera de vallas, quien en el Campeonato de España de Atletismo de 1986 fue descalificada y suspendida porque en una prueba de sexo se determinó que segregaba cromosomas XY, o sea los de un hombre y no los de una mujer, XX. Sin embargo, ella padecía el síndrome de insensibilidad a los andrógenos, que quiere decir que, por más que sus cromosomas sean de un hombre, su cuerpo no estaba en capacidad de administrar la testosterona y eso no le permite tener los rasgos fisiológicos típicos en un varón, como pene, vello y, por supuesto, una mayor musculatura. E, ella luchó para que su verdad prevaleciera y ganó su apelación ante la Federación Internacional de Atletismo Amateur, volviendo a competir para clasificar a los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992. Aunque no consiguió el boleto, su historia terminó siendo una referencia cuando se tocan temas relacionados con las pruebas de sexo, especialmente porque en muchos casos suelen violarse la privacidad de los deportistas.
Este sábado en el North Paris Arena, Imane Khelif rubricó su boleto a las semifinales de la categoría wélter, al derrotar a la húngara Luca Hámori con una decisión unánime de los jueces (5-0) y ahora buscará el pase a la final ante la tailandesa Janjaem Suwannapheng. Pese a que desde el COI aclararon la situación el mismo jueves –“Son mujeres en sus pasaportes y se establece que así es, que son mujeres. Es más, recordaría que esto afecta a gente real y que, por cierto, no es una cuestión transgénero”, fue una de las aclaraciones más contundentes de Mark Adams–, la pugilista europea no tuvo reparos en seguir poniendo en tela de juicio la sexualidad de la argelina antes de la contienda: “Si ella o él es un hombre, será una victoria más grande para mí si gano. No hemos practicado ni peleado antes. No me importan las historias ni lo que está pasando en las redes sociales, solo quiero estar centrada en mí misma”, declaró para Reuters. Eso no fue todo, pues en su cuenta de Instagram reposteó una imagen que la grafica a ella como una boxeadora normal, enfrentándose a un hombre con cuernos, evidentemente representando a Khelif (tras su viralización, terminó borrándola). Quizás esta polémica quede como una anécdota de aquí a futuro, pero sin duda alguna volvió a abrir la caja de Pandora respecto a la facilidad con la puede vulnerarse la intimidad de una persona en pleno desarrollo del evento más importante del deporte.
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