Jugar ante el campeón del mundo y contra el mejor jugador del mundo tenía sus riesgos. Para ganarle, había que estar en una noche mágica, casi épica, de esas que leemos en los libros y pocas veces ocurren en la realidad. Pero con esta versión de la Selección Peruana que no patea al arco, con futbolistas por debajo de su nivel y con un técnico como Juan Reynoso que insiste en decisiones inexplicables, todo intento por cambiar la historia quedó en una quimera. Perú cayó 0-2 ante la Argentina de Lionel Messi, que fue nuestro verdugo en el Estadio Nacional y liquidó el partido en apenas 10 minutos. No necesitó más, porque nunca pudimos ser un rival para él. Somos penúltimos de Sudamérica con un solo punto en las Eliminatorias.