“Tengo buenas sensaciones de Joao Grimaldo. Hay que jugar una Eliminatoria y contra Brasil en el debut. A todos nos ha pesado un momento así. Le costó acomodarse unos cinco minutos, después sacó todo el barrio. Es un proyecto que en el corto o mediano plazo va a terminar jugando en equipos importantes”, fueron las palabras que Juan Reynoso soltó para describir el debut del jugador de 20 años con la Selección Peruana. El sentir del entrenador es de alegría, alivio y satisfacción, y no por lo que mostró su equipo tácticamente frente al ‘Scratch’, sino porque ve en Grimaldo al jugador del futuro que ya es una realidad en este presente.
Joao es el proyecto que Reynoso intenta llevar a pasos agigantados en la bicolor y el rostro visible del proceso que hoy encabeza el técnico nacional camino al Mundial 2026. Ese ese futbolista cuya juventud le inyecta frescura a un equipo con el promedio de edad más alto de Sudamérica, aquel que representa la esperanza de un país ansioso por volver a la élite del fútbol sin tener que esperar otros 36 años. Y es que en medio de las carencias que tenemos, con jugadores sin nivel de selección ni estrellas en las ligas más importante de Europa, Grimaldo aparece como la imagen del futbolista modelo que necesita Reynoso, como lo fue Edison Flores para Ricardo Gareca en su momento.
Para dar el salto de calidad en la selección, Joao tuvo que quemar etapas como el común de los mortales. Quizá por eso quienes alguna vez soñamos con ser futbolistas profesionales nos proyectamos en él. Le pegó a la pelota en las calles del Rímac, colocando dos piedras como arco a cada lado y usando la pista como cancha de juego. Allí, junto a los amigos de la infancia, descubrió ese talento con el balón en los pies. El siguiente paso para él y su familia fue hacer el esfuerzo por formarse en un club, y el Esther Grande de Bentín le abrió las puertas de su casa. Probó suerte también en las inferiores de Alianza Lima, pero fue en Sporting Cristal donde finalmente encontró su lugar en el mundo.
Hizo menores en La Florida y fue llamado por Carlos Silvestri para el Sudamericano Sub-17 del 2019, donde se convirtió en el ‘villano’ de la película por fallar un gol en el último minuto contra Uruguay que pudo darnos la clasificación al Mundial. Los cuestionamientos lo señalaron y él respondió: “No me dedico a leer críticas, solo pienso en jugar”. Esas palabras confirmaron la fortaleza mental de Grimaldo a su corta edad. Después de ese episodio, el atacante se dedicó a lo suyo: debutó profesionalmente en 2020 a los 16 años y hoy es un futbolista consolidado en Cristal, con más de 90 partidos y 5105 minutos jugados entre torneos nacionales e internacionales.
“Joao es un jugador que tiene un punto de velocidad muy alto, tiene una capacidad de uno contra uno que marca diferencia, hoy no es fácil encontrar eso. Tiene desequilibrio y se está acercando a un nivel alto”, sostiene Tiago Nunes, técnico celeste y uno de los responsables de sacar la mejor versión de Grimaldo. Y esa descripción encaja con el juego que Joao muestra en la selección: atrevido, encarador, capaz de acelerar y desacelerar a su antojo y dueño de una gambeta que cambia el ritmo en cuestión de segundos. Grimaldo confía en su talento y sus compañeros en la bicolor confían también en lo que él puede darle a la selección.
En sus genes está el ADN de nuestro fútbol. Lo lleva en las venas, en su sangre. Y cuando toca el balón, trae a la memoria ese ‘chocolate’ que hoy se extraña en la selección. El salto de calidad lo dio el pasado 12 de setiembre en el Estadio Nacional y a partir de allí depende de él escribir su propia historia. No solo tiene a su alcance lápiz y papel, también el talento y el apoyo de quienes hoy lo aconsejan dentro y fuera de la cancha. Reynoso, Guerrero, Gallese, Yotún y Tapia lo respaldaron desde que pisó el césped vestido con la camiseta nacional y la emoción por llevarnos al próximo Mundial late más fuerte que nunca.
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