A la ‘U’ no lo puede dirigir cualquiera, claro está. En junio de 2018, Nicolás Córdova llegaba a tienda crema en – quizás – el momento más difícil en la historia de la institución. ¿Su misión? Levantar emocionalmente a un equipo fusilado y evitar el temido descenso.
Ante todo pronóstico, el chileno lo logró y hoy ya piensa en el futuro de Universitario de Deportes.
Has pasado por situaciones complicadas como entrenador. ¿Cómo aprendiste a sobrellevarlas?
Uno siempre cambia a partir de experiencias vividas. Cuando empecé a dirigir me exigía demasiado. Era muy drástico conmigo mismo. Terminaban los partidos y me encerraba en el cuarto. Ahora lo tomo con más calma. Entiendo que cuando ganas hay poco tiempo para festejar y que cuando pierdes, las derrotas se hacen largas. También me he dejado ayudar por gente que tiene muchas más capacidades que yo.
¿Cómo cuáles?
Siempre he trabajado con una psicóloga, por ejemplo. Ella me da tips para afrontar esta carrera, incluso posturas para dirigir el día del partido. Hay muchas cosas que uno puede generar en un jugador hablando de una manera u otra. También tengo muchos amigos del fútbol con los que consulto. Siempre estoy buscando apoyo, porque esta es una profesión en donde en el triunfo eres muy admirado, y en la derrota muy solitario. Se trata de interpretar momentos.
Hablando de eso, ¿sientes que la ‘U’ maneja bien los momentos del partido?
A veces. El otro día, ante Alianza Universidad, hicimos 55 minutos tal y como habíamos trabajado. La última media hora, en cambio, fue mala a través de la interpretación. Quisimos atacar cuando no debíamos, salíamos cuando no teníamos que presionar. Cuando se logre esa interpretación a la perfección, es cuando el equipo llegará a su pico de rendimiento. Estamos en esa búsqueda.
Esa interpretación hace que el equipo quede, en muchas ocasiones, mal parado.
Es que hay dos caminos para ser un equipo corto: generar volumen con mucha gente o echarnos para atrás. Nosotros tratamos de atacar con 6 o 7 jugadores, y lo que no estamos haciendo bien es la presión post-pérdida del balón. Por eso se están creando esos contra-ataques.
¿Cómo se trabaja para mejorarla?
Necesitamos tener mucha posesión y llegar siempre en conjunto. Si uno pierde la pelota al tercer o cuarto pase, lo más seguro es que nadie esté listo para defender. Siempre que nos apresuramos en elaborar, quedamos mal parados. Por eso insistimos tanto en el pase. A mí gusta ver mucho las estadísticas y analizarlas junto a los partidos, y hemos visto que cada ataque donde damos más de 10 a 12 pases, la recuperamos en campo rival. La manera en que atacamos define cómo nos defenderemos.
Debe haber mucha paciencia para elaborar y encontrar los huecos. Debe ser complicado cuando la hinchada siempre empuja, ¿no?
Hoy es difícil tener paciencia no solo en el campo, sino en cualquier ámbito de la vida. Somos una generación que quiere todo ya y ahora. Somos hijos de lo inmediato. La paciencia que yo pido dentro del campo es bien 'fregada'. "Tranquilo, pero juega rápido", suelo decirle a los chicos. Demanda mucha concentración y horas de trabajo, pero creemos que eso nos dará resultados. Después, los partidos son 11 contra 11, y hay veces donde el rival hace mejor las cosas. Es parte del juego.
Dejando de lado los resultados, tus jugadores parecen tener claro su libreto dentro del campo...
Nosotros no hacemos equipos durante la semana, ni hacemos fútbol. Solo entrenamos las situaciones del juego que creemos que se pueden dar y que todos sepan cada una bien, cosa que el fin de semana todos están preparados para jugar. Si alguien agarra a Guillermo Rodríguez o a Nelinho Quina y le pregunta qué haremos ante tal rival, los dos te van a responder exactamente lo mismo. Así creamos competencia interna.
¿Cuánto se demora un técnico en implementar su manera de jugar?
La vida va en constante cambio y el fútbol no escapa de eso. ¿Por qué hablo de la vida? Porque yo puedo tener una planificación de lo que quiero hacer en el año, con un modelo de juego determinado y ciertos jugadores, pero no puedo prever que uno se lesione, que uno esté con depresión o que otro tenga problemas de alcohol. Son todas cosas que me han pasado como técnico. Por más que tú pretendes hacer algo, la vida te lo va modificando a través del día a día.
¿Te fastidian algunas opiniones del medio?
Sí, cuando se toman tan a la ligera, como si nuestras decisiones fueran solamente futbolísticas. Rara vez lo son. Ojalá tuviera 25 jugadores que entrenen todos los días como robots, que lleguen siempre a la hora y que no tengan ningún tipo de problema, pero esa no es la realidad. Dentro de cada decisión que tomamos hay muchos componentes.
Tomando en cuenta las condiciones en las que se juega acá, ¿tuviste que cambiar tu idea de juego?
Cuando fuimos a Moyobamba, pisé la cancha, entré al camerino y le dije a todos que no quería que salgan jugando. A veces tienes que resignar tu estilo porque al final también quiere ganar. Por más que tengas una idea de juego bien establecida, nunca vas a hacer cosas para perder. Esto también hace crecer a uno como entrenador, porque te obliga a trabajar en función de otros factores.
Hablas siempre del proyecto que se está llevando a cabo, ¿qué se viene para Universitario?
Acá hay una extraordinaria predisposición para los cambios, y se están dando. Está siendo un proceso muy lindo. Cuando un club tiene jugadores ordenados, comprometidos, cuando el club está por encima de todos, está destinado a crecer, independientemente de quién esté como entrenador. Yo siempre digo que el entrenador no puede ser el proyecto del club, yo soy el jefe de un área que ayuda a que este crezca. Hoy llevamos a cabo lo que el club propone, y trabajamos todos bajo esa línea.
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