“Negro-blanco-árabe”. La etiqueta corresponde a la inolvidable selección de Francia que salió campeona del Mundial del 98, que ellos mismos organizaron. El tridente de palabras fue acuñado para describir la conformación de aquella plantilla tan multicultural. En el camino, obvio, hubo cuestionamientos. Desde el lado político, en 1998, el ultra derechista Jean Marie Le Pen criticaba ferozmente el hecho de que “estos extranjeros no saben ni cantar la Marsellesa”.
Y aunque Francia fue campeón, las críticas no se detuvieron. Doce años después, el socialista Georges Freche atacó la masiva inclusión de jugadores de raza negra. “Sería normal 3 o 4, pero si hay tantos es porque los blancos no son buenos. Me avergüenzo de este país”, dijo.
Si bien han pasado ya 20 años de ese título, la situación no ha variado tanto en ‘les bleus’. A Rusia 2018, el entrenador Deschamps decidió que 13 de sus 23 convocados tengan un origen no francés: descendientes de inmigrantes que fueron parte de alguna colonia francesa, o simplemente llegaron a tierras galas para buscar una vida mejor.
Uno de los casos más representativos es el de Paul Pogba, el volante que juega en Manchester United. Sus padres, originarios de Guinea, dejaron tierras africanas -para mejorar sus vidas- y arribaron a los suburbios de Francia, donde nació Paul. Tiene dos hermanos, Mathias y Florentin, y este último juega por la selección guineana.