Como si se tratase de una película de terror, el protagonista pierde la vida (en este caso, el sueño de la clasificación en Qatar 2022) cuando uno menos se lo espera y de la forma más increíble, por no decir absurda. El hecho es que no hay final feliz. Sí, lágrimas, llanto y un desconsuelo absoluto que por el ADN de la selección uruguaya, se traduce en la cancha como enojo, quizá justo, sobre el árbitro alemán Daniel Siebert.
No hay manos a la cintura y rostros cabizbajos entre los de Luis Suárez y cía. Más bien, las palmas sostienen las lágrimas y las aprietan contra la cara, con la fuerza propia de saberse impotente ante un hecho tan real como una eliminación. Quienes despiertan del trance de la tristeza, como Edison Cavani o Matías Vecino, corren hacia el árbitro para recriminarle el penal no cobrado a Darwin Núñez que pudo significar el gol de la clasificación a octavos para los charrúas.
Ocho minutos después del tiempo cumplido, el réferi germano dispuso el final y mientras responde a las agresiones verbales con tarjetas amarillas contra los uruguayos, Luis Suárez yace desplomado sobre un banco, con las rodillas y la cabeza buscando el vientre y cobijado por la camiseta para no dejarse ver entre lágrimas. Con 35 años, entiende que su final en copas del mundo ha llegado. Y vaya coincidencia, ante Ghana, equipo al que hace doce años, en Sudáfrica 2010, su primera aventura mundialista, le atajó un tiro de gol con las manos para propiciar un penal que finalmente fallarían los africanos.
De ese partido salió sonriendo, apuntado por una acción antideportiva que lo catapultó como héroe. Tres mundiales después, el mismo rival al que venció con artimañas propias del anti fair play, deja a Luis Alberto Suárez Díaz jubilado del evento futbolístico más importante a nivel selecciones.
En síntesis, Uruguay debía vencer a Ghana y esperar que Corea del Sur no le gane a Portugal para avanzar a octavos de Qatar 2022 sin sobresaltos. Parecía una fecha de oficio si nos basamos en la lógica. Los lusos, ya clasificados, llevaban a Cristiano Ronaldo y eran favoritos; mientras que el cuadro charrúa tenía las armas suficientes para imponer condiciones sobre los africanos.
Finalmente, Uruguay hizo la tarea con un 2-0 que tuvo a Giorgian Arrascaeta como protagonista principal gracias a un doblete en su primer partido como titular en esta fase de grupos. A eso había que agregarle un penal atajado por Sergio Rochet a André Ayew a los 21 de la primera etapa.
El escenario era ideal para afianzar los conceptos de garra charrúa y jerarquía con jugadores como Rodrigo Bentancour, Federico Valverde y Darwin Núñez, veinteañeros bastante bien custodiados por veteranos de estirpe como el propio Luis Suárez y Diego Godín, emblemas de la vieja guardia.
Era el guion soñado hasta que a 27.7 kilómetros del Al Janoub Stadium, en el municipio de Rayán, Son Heung Min nos deleitó con un obra de arte: un milimétrico pase entre líneas, casi imposible, para habilitar a Lee Kang In, quien definiría perfecto para el sorpresivo triunfo coreano sobre Portugal.
Era el minuto 91 y cuando Sudamérica fabulaba con un Brasil-Uruguay en octavos de final, la derrota de Portugal puso en jaque a Suárez y compañía. Luego tendrían ocho minutos de tiempo extra para buscar el gol de la clasificación ante Ghana, pero los africanos defendieron el cero como un triunfo moral, como una revancha pendiente, casi como una clasificación y hubo que ver padecer, por última vez seguramente, en un Mundial de fútbol al gran Luis Suárez.
Un agregado anecdótico: en Sudáfrica 2010, Uruguay enfrentó a Corea del Sur en octavos de final y lo venció por 2-1 con un doblete de Luis Suárez. La misma Corea que hoy los dejó afuera desde otro partido.
Épico final para un goleador al que apodaron ‘Pistolero’ por su curiosa manera de celebrar los goles y que ante Ghana, con 35 años encima y todo un 2022 preparándose para disputar su última Copa del Mundo, terminó siendo fulminado por el tiro de gracia menos esperado. De esos que llegan con la letalidad de la sorpresa, como solía ser él en el área.
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